Por Cristhian Salazar
“Seguimos siendo volcanes bajo la blanca
cúpula del Popocatépetl y la Ixtacíhuatl”
…Elena Poniatowska
Varios sectores y personalidades del país, entre ellos el Rector de la UNAM José Narro Robles, la Iglesia Católica y el Consejo Coordinador Empresarial, han advertido la gran posibilidad de que ocurra un estallido social en México, debido a la latente crisis económica y la brutal desigualdad que existe. Sin embargo, el gobierno derechista de Calderón pretende incrementar los impuestos, golpeando con ello a las familias más pobres y acrecentando la miseria y la inconformidad.
En la actualidad, 5 de cada 10 personas son pobres en México, y más de 19 millones se encuentran en pobreza alimentaria, es decir, padecen hambre. Estos mexicanos ya no tienen nada que perder, porque simplemente lo han perdido todo. Para ellos ha muerto la esperanza y están condenados a la marginación social, a una vida llena de miseria y a una muerte prematura. En estas condiciones, no les resultaría difícil tomar el camino de la violencia y de la sedición.
La actual crisis económica, la caída de las remesas, el desempleo y el azote de calamidades como la influenza, que nos mostró cómo los pobres se están muriendo cual si fueran moscas; y por si fuera poco, el inminente incremento del IVA y su aplicación en medicamentos y alimentos. Todo esto es un gran caldo de cultivo para generar una revuelta. El país necesita una sacudida y cada vez se siente más cercana.
Por otra parte, la casta política ha decidido cerrar los cauces democráticos. El pueblo ya sabe que la democracia mexicana es un circo, una quimera a la cual solo tienen acceso las clases acomodas. Prueba de ello fue la controvertida elección de 2006. En ese momento, millones de mexicanos que se sentían robados, estaban dispuestos a luchar y crear un gran movimiento social que pudo ser el inicio de un verdadero cambio democrático. Pero a López Obrador le sucedió lo mismo que a Cárdenas en el 88: no estuvo a la altura del momento histórico y se acobardó al pensar en la posible sangre que se habría de derramar. Ese tipo de oportunidades difícilmente se repiten, y hoy el movimiento lopezobradorista ha decrecido y carece de un rumbo nítido.
El movimiento de la APPO en 2006, es otro claro antecedente inmediato del hartazgo de las clases populares, y que puso en jaque al gobierno de Ulises Ruiz. El sistema respondió a garrotazos y con sangre, lastimando aún más al pueblo oaxaqueño que en cualquier momento puede volver a organizarse y tomar nuevas formas de lucha más radicales.
Un estallido social en nuestro país no solo es inminente, sino que ya lo estamos padeciendo en otras formas y lastimosos rostros que están poniendo en riesgo la es
tabilidad política de México.
Cada año, miles de mexicanos arriesgan sus vidas para cruzar la frontera y buscar mejores condiciones de vida. Este es otro rostro del estallido social.
Miles de jóvenes que no encuentran trabajo ni un lugar en las universidades, son reclutados por el narco como burreros, sicarios o vendedores, cautivados por el canto de sirenas del dinero. Esta es otra forma de estallido social.
Un sinnúmero de mexicanos se dedican diariamente al robo, al secuestro o a otras actividades ilícitas para poder llevar dinero a sus hogares. Y muchos otros se dedican al comercio informal o a la piratería. Esta es otra cara de la convulsión social.
En todo México se gestan movimientos sociales: transportistas que queman camiones en protesta por el incremento de los combustibles; maestros disidentes que exigen plazas; ciudadanos encolerizados por el alto precio de la luz eléctrica; o estudiantes que se manifiestan por el retiro de sus becas de posgrado. Además del gran número de organizaciones guerrilleras que se han multiplicado durante los gobiernos panistas.
Recientemente, se han documentado los asaltos a trenes y camiones transportadores de grano en comunidades marginadas del Bajío, para poder mitigar el hambre de los habitantes de esta región. Y el nuevo fenómeno de los grupos anarquistas que realizan atentados con explosivos en bancos y otros símbolos del neoliberalismo. Todo esto es un rostro más del estallido social que ya se encuentra entre nosotros.
México es un polvorín, por todas partes se sienten los gritos de inconformidad. El estallido social ha llegado, pero el Gobierno Federal se niega a reconocer sus múltiples facetas. Calderón está jugando con fuego, pero los mexicanos tenemos un límite. Las acciones de la derecha terminarán por despertar al México bronco, a ese México profundo que pervive en las consciencias de los más miserables.
“Seguimos siendo volcanes bajo la blanca
cúpula del Popocatépetl y la Ixtacíhuatl”
…Elena Poniatowska
Varios sectores y personalidades del país, entre ellos el Rector de la UNAM José Narro Robles, la Iglesia Católica y el Consejo Coordinador Empresarial, han advertido la gran posibilidad de que ocurra un estallido social en México, debido a la latente crisis económica y la brutal desigualdad que existe. Sin embargo, el gobierno derechista de Calderón pretende incrementar los impuestos, golpeando con ello a las familias más pobres y acrecentando la miseria y la inconformidad.
En la actualidad, 5 de cada 10 personas son pobres en México, y más de 19 millones se encuentran en pobreza alimentaria, es decir, padecen hambre. Estos mexicanos ya no tienen nada que perder, porque simplemente lo han perdido todo. Para ellos ha muerto la esperanza y están condenados a la marginación social, a una vida llena de miseria y a una muerte prematura. En estas condiciones, no les resultaría difícil tomar el camino de la violencia y de la sedición.
La actual crisis económica, la caída de las remesas, el desempleo y el azote de calamidades como la influenza, que nos mostró cómo los pobres se están muriendo cual si fueran moscas; y por si fuera poco, el inminente incremento del IVA y su aplicación en medicamentos y alimentos. Todo esto es un gran caldo de cultivo para generar una revuelta. El país necesita una sacudida y cada vez se siente más cercana.
Por otra parte, la casta política ha decidido cerrar los cauces democráticos. El pueblo ya sabe que la democracia mexicana es un circo, una quimera a la cual solo tienen acceso las clases acomodas. Prueba de ello fue la controvertida elección de 2006. En ese momento, millones de mexicanos que se sentían robados, estaban dispuestos a luchar y crear un gran movimiento social que pudo ser el inicio de un verdadero cambio democrático. Pero a López Obrador le sucedió lo mismo que a Cárdenas en el 88: no estuvo a la altura del momento histórico y se acobardó al pensar en la posible sangre que se habría de derramar. Ese tipo de oportunidades difícilmente se repiten, y hoy el movimiento lopezobradorista ha decrecido y carece de un rumbo nítido.
El movimiento de la APPO en 2006, es otro claro antecedente inmediato del hartazgo de las clases populares, y que puso en jaque al gobierno de Ulises Ruiz. El sistema respondió a garrotazos y con sangre, lastimando aún más al pueblo oaxaqueño que en cualquier momento puede volver a organizarse y tomar nuevas formas de lucha más radicales.
Un estallido social en nuestro país no solo es inminente, sino que ya lo estamos padeciendo en otras formas y lastimosos rostros que están poniendo en riesgo la es

Cada año, miles de mexicanos arriesgan sus vidas para cruzar la frontera y buscar mejores condiciones de vida. Este es otro rostro del estallido social.
Miles de jóvenes que no encuentran trabajo ni un lugar en las universidades, son reclutados por el narco como burreros, sicarios o vendedores, cautivados por el canto de sirenas del dinero. Esta es otra forma de estallido social.
Un sinnúmero de mexicanos se dedican diariamente al robo, al secuestro o a otras actividades ilícitas para poder llevar dinero a sus hogares. Y muchos otros se dedican al comercio informal o a la piratería. Esta es otra cara de la convulsión social.
En todo México se gestan movimientos sociales: transportistas que queman camiones en protesta por el incremento de los combustibles; maestros disidentes que exigen plazas; ciudadanos encolerizados por el alto precio de la luz eléctrica; o estudiantes que se manifiestan por el retiro de sus becas de posgrado. Además del gran número de organizaciones guerrilleras que se han multiplicado durante los gobiernos panistas.
Recientemente, se han documentado los asaltos a trenes y camiones transportadores de grano en comunidades marginadas del Bajío, para poder mitigar el hambre de los habitantes de esta región. Y el nuevo fenómeno de los grupos anarquistas que realizan atentados con explosivos en bancos y otros símbolos del neoliberalismo. Todo esto es un rostro más del estallido social que ya se encuentra entre nosotros.
México es un polvorín, por todas partes se sienten los gritos de inconformidad. El estallido social ha llegado, pero el Gobierno Federal se niega a reconocer sus múltiples facetas. Calderón está jugando con fuego, pero los mexicanos tenemos un límite. Las acciones de la derecha terminarán por despertar al México bronco, a ese México profundo que pervive en las consciencias de los más miserables.
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