Por Cristhian Salazar
Ningún pueblo que se diga democrático puede prescindir de sus universidades. La universidad pública es el cerebro de la sociedad, es el lugar donde se genera el conocimiento y donde se difunde el arte y la cultura. Pero también donde deben ejercitarse a plenitud las libertades públicas de toda índole. La universidad también es consciencia social, que debe crear opinión pública y crítica que delimite los alcances del poder político.
El modelo neoliberal adoptado por nuestro país, ha tratado por todos los medios estrangular a la universidad pública, abandonarla y desestabilizarla para justificar su desaparición y una gradual privatización. En este modelo económico lo único que tiene importancia es el dinero y la producción. Las artes, la ciencia y las humanidades son cuestiones obsoletas. Pero nuestra sociedad ha resistido, y los mexicanos estamos completamente convencidos de que la educación es parte sustancial de nuestro proyecto de nación y de nuestro futuro. Por ello sin duda alguna, el proyecto más exitoso de nuestro país en el siglo XX, es la Universidad Nacional Autónoma de México.
Según el informe de competitividad del Foro Económico Mundial de 2009, uno de los principales obstáculos para que un país crezca, es la poca inversión en sus universidades. Los países que aparecen en los primeros lugares del ranking de competitividad como Estados Unidos, los países del norte de Europa, China, Israel o Singapur, tienen en común en la historia de su crecimiento económico, una enorme inversión en educación universitaria.
México tiene una sola universidad entre las 200 mejores del mundo, según el ranking del suplemento de educación del Times de Londres, se trata de la UNAM que está en el lugar 190. Lo grave es que solo el 25 % de los jóvenes mexicanos tienen acceso a la educación universitaria, según la OCDE y el Banco Mundial. Mientras que por ejemplo en Korea del Sur, el 93 % de sus jóvenes están en la universidad. En China 47% de sus jóvenes son universitarios.
México no puede competir con otros países. Por citar un ejemplo, la UNAM tiene un presupuesto anual de mil 500 millones de dólares para 300 mil alumnos, mientras Harvard tiene un presupuesto de 3 mil 500 millones de dólares para menos de 20 mil alumnos. Harvard gasta 180 mil dólares anuales por alumno, mientras la UNAM solo gasta 5 mil dólares por alumno.
Existe un abandono histórico del Estado mexicano a la educación universitaria que nos ha dejado en desventaja respecto a otros países. La educación debe ser el eje fundamental de nuestro futuro y ser una prioridad en la agenda nacional. De lo contrario estamos destinados a ser una nación ignorante, que no produce ciencia ni cultura, a ser un pueblo de autómatas condenados a la maquila y exportadores de mano de obra barata.
En Durango nuestra Universidad Juárez está lejos de ser una de las mejores del país, pero es con lo que contamos. Nuestra alma nutricia en el estado es nuestro cerebro, nuestra consciencia. Allí se han forjado los profesionistas que hacen posible la vida política, económica y social de nuestro Estado. La historia de Durango no puede concebirse sin la influencia de la Universidad y de los universitarios en nuestra sociedad.
Por ello es nuestra obligación cuidarla y fortalecerla, porque la UJED debe servirnos para estudiar y comprender nuestro pasado, para enfrentar nuestro presente, pero sobre todo, para planear y construir un mejor futuro para Durango. Necesitamos una universidad fuerte, que evolucione y que provoque el cambio social que requerimos. Solo así podremos estar entre las mejores y entender la calidad no solo como una palabra, sino como todo un concepto y una serie de acciones para producir buenos profesionistas; para producir investigación y destacar en la ciencia y la cultura.
La UJED acaba de vivir una crisis que provocó el encono entre los universitarios, y causado por la vorágine política en la que la sumieron algunos irresponsables. Esta crisis destapó la cloaca y sacó a relucir una serie de irregularidades y corrupción desmedida. No hay peor ladrón, que el que roba el dinero destinado a la educación. Porque con ello se está truncando el futuro de muchos jóvenes; porque con ese recurso pudieron haberse producido ingenieros, licenciados o médicos. Estas acciones no deben quedar impunes, el patrimonio de la UJED que fue afectado, debe ser restituido por los responsables, o de lo contrario deben ser acusados penalmente.
Finalmente este episodio ha dado pie a una nueva etapa en la historia de la UJED. Las nuevas autoridades universitarias tendrán la tarea de construir una nueva universidad, de dar verdaderos resultados que se reflejen en la calidad de sus egresados y de sus planes de estudio. Pero sobre todo tienen la obligación de rendir cuentas, de entender que la Autonomía no implica extraterritorialidad ni impunidad. Estas autoridades deberán demostrar que están ahí porque saben sobre educación y no que son buscachambas. Porque una universidad que no produce buenos profesionistas y que no aporta al cambio social, podrá ser un buen negocio, pero no una buena universidad. Una universidad que no investiga y que no evoluciona, podrá ser una buena agencia de colocaciones, pero no una verdadera universidad.
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