Por Cristhian Salazar
Se han cumplido 10 años desde que el Partido Acción Nacional tomó el poder en México, y el presidente Calderón celebra esos dos lustros en medio de sangre y miseria.
En el año 2000, a los mexicanos nos vendieron la idea de que Vicente Fox era una esperanza y un cambio democrático, cuando solo se trataba de un ranchero con oficio de payaso; un analfabeta funcional que representaba a la clase empresarial más rapaz del país. La televisión nos hizo ver a un hombre, donde solo había un monigote al servicio de los intereses empresariales y extranjeros.
Como millones de personas estaban cansadas de lo mismo, y la izquierda estaba como siempre dividida y sin proyecto, el pueblo se dejó seducir por las promesas del PAN y su candidato, que vendieron la alternancia como la panacea. Pero el cambio nunca llegó, Fox se acomodó al viejo sistema político y conservó sus ejes principales, pero ahora con una mayor corrupción.
El sexenio de este hombre ha sido uno de los más desastrosos de los últimos años, la corrupción se desbordó y se privilegió a una élite de empresarios y políticos que se enriquecieron de forma exorbitante, mientras la pobreza se multiplicó. Pero el mayor pecado del foxismo, fue haber compartido el poder con una de sus cortesanas, una mujer de cascos ligeros y de mollera vacía, pero con una ambición y hambre de poder impresionantes, que la hizo desear heredar la silla presidencial. Y cómo no recordar a los entenados del ex presidente, los hermanos Bribiesca Sahagún, quienes depredaron el erario a su antojo, gozaron y siguen gozando de una impunidad insolente.
Por si fuera poco, Fox terminó su administración dejando un país en llamas y dividido. Con su parcialidad en las elecciones para sucederlo, provocó el encono entre las fuerzas políticas y estuvo a punto de provocar un conflicto social de pronóstico reservado.
Justo cuando los mexicanos pensábamos que no nos podía ir peor, llegó un chaparrito pelón con su ejército. Felipe Calderón Hinojosa llegó al poder a través de una elección de Estado, y bajo sospecha fundada de fraude electoral, por ello se ha pasado más de la mitad de su sexenio tratando de legitimarse a través de actos autoritarios y de alianzas perversas.
Calderón hizo la promesa de generar empleos bien pagados. Pero no cumplió, por el contrario, durante su sexenio se han perdido 212 mil empleos. Además la pobreza y el subempleo han aumentado en forma alarmante.
En ese febril afán de legitimarse, Calderón ha metido al país en una guerra absurda que ya nos ha colocado al borde del estado de excepción, como se reveló recientemente en los documentos de Washington filtrados a WikiLeaks. Esto implicaría la suspensión de las garantías individuales.
La guerra contra el narco no es más que una cortina de humo, para ocultar la miseria y las profundas desigualdades sociales. Pero esta guerra ha contribuido a la descomposición social y a la deshumanización. La crueldad y la barbarie se han convertido en nuestro pan de cada día.
Esta es la herencia del panismo, pobreza, corrupción y encono social. Y lo más terrible, 30 mil mexicanos muertos y un país en estado de sitio. Nuestro pueblo debe analizar si quiere otros seis años de este régimen, o prefiere echar de una vez al panismo de los Pinos. Tomando en cuenta las circunstancias políticas actuales y las encuestas, parece imposible que Acción Nacional gane otra vez las elecciones, ya que no tienen ningún buen candidato visible. Pero recordemos que en 2006 nadie daba un centavo por Calderón. No cantemos victoria, el dinero y la demagogia pueden volver a engañar al pueblo y condenarnos a otros seis años de mal gobierno.
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